El patrón de comportamiento social en los perros es muy similar al presentado en los lobos: entre éstos, el jefe o líder de la manada tiene el privilegio de acceder a los recursos en primer lugar (comida, lugar de descanso, actividad sexual...) y debe proteger al resto del grupo, que estará formado por individuos de menos rango social. Las relaciones de dominancia y subordinación se establecen mediante interacciones dos a dos. El mantenimiento de esta estructura social es llevado a cabo por medio de una serie de conductas y señales instintivas que permiten evitar encuentros violentos de dos individuos, por lo que tras la manifestación de señales dominantes por parte del individuo de más alto rango, el otro animal responderá con las señales propias de la sumisión. Este modelo no es estático y en ocasiones pueden surgir conflictos jerárquicos que dan lugar a cambios en la estructura social.
Cuando un perro forma parte de una familia humana, va a seguir este mismo comportamiento social. Así el perro establecerá individualmente con cada uno de los miembros de la familia una relación de dominancia o subordinación.
Las interacciones que determinan esta relación empiezan ya cuando el perro es un cachorro. Lógicamente el perro debería ser el miembro de la familia que ocupara el lugar más bajo en el escalafón. El problema surge cuando nuestra mascota percibe a través de la interacción con las personas, que su posición respecto a uno o varios miembros de la familia es de dominancia. Si es así, cuando nuestra mascota vea cuestionado su liderazgo defenderá su posición social manifestándose más o menos agresivamente.
La agresividad por dominancia suele presentarse en el momento de la pubertad, que es cuando se producen cambios hormonales y se establecen las relaciones jerárquicas definitivas con los miembros de la familia.
El tratamiento se basa en una terapia de modificación de conducta:
1. Utilizar correctamente el premio y el castigo
El premio y el castigo son las técnicas más sencillas para educar a un perro.
Para ello es importante saber qué conductas hay que premiar y qué conductas deben ser castigadas, siguiendo siempre el mismo criterio todos los miembros de la familia.
El premio puede ser algo de comida, palabras cariñosas o caricias que deben proporcionarse al perro inmediatamente después de haber ejecutado una conducta adecuada.
El castigo también ha de ser inmediato, justo después de la mala conducta. Debe tener la intensidad suficiente para que sea considerado un castigo, evitando castigos físicos dolorosos y exagerados. Sin embargo, en el caso de perros que ya presentan agresividad hacia sus dueños el castigo está desaconsejado ya que expone al miembro de la familia que lo aplica a ser atacado. Por eso, será muy importante evitar las situaciones que vayan a crear el conflicto.
2. Controlar la alimentación
La comida es un recurso muy importante que debe ser controlado perfectamente por los propietarios. Es fundamental evitar suministrar extras cuando el perro los pide, orientando su uso sólo para premiar conductas adecuadas, como obedecer órdenes. No se le debe dejar el comedero siempre lleno para que coma cuando quiera. Se le ofrecerá la comida 2-3 veces al día durante un máximo de una hora, retirándole luego el comedero.
Nunca debe dar de comer cosas a su perro cuando se esté comiendo en la mesa. Él siempre tiene que comer en una habitación sólo y siempre después de haberlo hecho vosotros. Los individuos que ocupan el lugar más alto de la jerarquía comen los primeros.
3. Jugar con él de una forma adecuada
Los cachorros no paran de jugar cuando no están dormidos. A través del juego el cachorro aprende muchas cosas. Por ejemplo, aprende a controlar la fuerza del mordisco, siempre y cuando le hayamos reñido cada vez que se haya excedido cuando nos haya "mordido" jugando.
Además, los cachorros utilizan el juego para saber qué posición ocupa en relación con cada uno de los miembros de la familia. Los juegos entre perros suelen finalizar con un individuo en posición sumisa (agachado, con la cola encogida, boca arriba...) y otro en posición dominante (encima del sumiso con las cuatro patas o con una sola, mordisqueándole el hocico y la nuca...) En ningún caso, y menos con el niño, debe permitirse que un perro termine el juego adoptando una posición dominante.
Por eso resulta aconsejable:
Evitar juegos competitivos en los que al final el perro consiga salir victorioso.
Castigar conductas inadecuadas durante el juego para que el perro adquiera autocontrol (bastará una orden firme de NO y parar el juego cuando haga algo inadecuado).
Finalizar el juego a criterio vuestro, nunca de su mascota
4. Reconocer las posturas y comportamientos dominantes y sumisos
Habrá que evitar:
- Que su perro elija el itinerario de paseo.
- Que su perro decida cuándo recibe las atenciones: por eso, conviene ignorarlo (nunca reñirle ya que supondría hacerle caso, que es lo que él busca en última instancia) cuando se acerca para pediros caricias.
- Que su perro se suba encima de vosotros (por ejemplo, cuando estáis sentados, que apoye las dos patas delanteras en vuestro regazo).
- Que reciba comida cuando la exige.
- Que pase él el primero por las puertas.
5. Trabajar la obediencia
La obediencia es la mejor forma de reforzar el liderazgo del propietario y asegurar el control sobre el perro, porque en cierta forma la obediencia implica cierto grado de sumisión y está reñida con la dominancia.
Por eso, será muy beneficioso para reforzar vuestro papel dominante que trabajéis con perro las órdenes sencillas de "siéntate", "quieto", "ven aquí", "dame una pata" ...
Al principio es conveniente hacer 2 ó 3 sesiones al día de unos 5 minutos cada una. Cada vez que su perro obedezca se le dará una recompensa: una galleta, caricias...
A partir de ahí debéis emplear con él el sistema de nada es gratis: cada vez que quiera conseguir algo , deberá primero obedecer una orden sencilla: por ejemplo, cuando vosotros decidáis que le vais a dar la comida, primero le daréis la orden de "siéntate", y cuando lo haya cumplido, le pondréis el plato en el suelo.
6. Fomentar el ejercicio físico
El ejercicio físico hace que los niveles de serotonina aumenten y esto favorece la atención y la obediencia, reduciendo los estados de ansiedad.
Es mucho más sencillo que su perro esté tranquilo y obedezca si previamente ha realizado ejercicio. Será conveniente que lo saquéis a pasear ( a poder ser suelto) 3 veces al día y que al llegar a casa y tras unos minutos de descanso, le hagáis una sesión de aprendizaje en obediencia.